Naim les contó que amaba a Oisin desde que hacía unos años ella y su padre recorrieron Irlanda cabalgando. Entonces había visto a Oisin corriendo por los prados como un joven ciervo y le había parecido un perfecto cazador y guerrero. Durante siete años y siete días había vuelto, invisible, para verle crecer, hasta que su padre le dio la autorización para declararle su amor.
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Finalmente Oisin sintió nostalgia de su país y decidió visitar a su padre y a sus amigos. Naim hizo todo lo que pudo para disuadirle de volver a Irlanda. Mas no pudo hacerle cambiar de opinión, de modo que le dio para el viaje a su caballo blanco advirtiéndole de que no desmontara en ningún momento, pues de lo contrario no volvería jamás.
Cuando Oisin llegó a Irlanda encontró que todo había cambiado. El paisaje era diferente, su padre y la Fianna habían muerto hacía mucho tiempo y reinaba una nueva fe. Oisin, profundamente entristecido, inició su viaje para volver con su feérica esposa. Pero al poco encontró a un grupo de campesinos que intentaban cargar una pesada piedra en un carro y que le pidieron ayuda. Oisin asintió de buena gana, pero al detenerse se le rompieron las riendas y cayó a tierra. Inmediatamente el caballo se desvaneció y Oisin se transformó de modo espectacular en un hombre viejísimo, ciego y a punto de morir.
Fue conducido a presencia de San Patricio, que recorría el país predicando la nueva religión y el santo le recibió en la nueva fe. Además puso por escrito algunas historias de los viejos tiempos, cuando Oisin y la Fianna gobernaban el país. Pero el guerrero-poeta y el mundo que había conocido pronto desaparecieron para siempre.
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