De un duende trata esta historia, y de su frágil memoria.
Lugar por donde pasaba, siempre algo olvidaba.
Su gorro, un calcetín o un mordido chupetín.
Olvidaba lo que hacía y también lo que decía.
Dónde había estado ayer o si era hora de comer.
Sus vecinos preocupados, buscaban por todos lados.
Y así aparecían cosas, no siempre maravillosas:
Un helado derretido, un fideo mal cocido.
Un piyama con ositos, todo lleno de agujeritos.
Una pelota pinchada y otra más toda agujereada.
Por más que le preguntaran, el duende no recordaba.
Por dónde había pasado y sus juguetes dejado.
¡Así no puede seguir!
Dijo un amigo por fin
¿Habrá alguna solución, para esta situación?
¿Un remedio, algún jarabe? ¿Alguno de ustedes sabe?
“¡Yo sí tengo la respuesta!
Dijo una duende contenta:
¡Que venga ese duendecito y le digo despacito!
El duende atentó escuchó y así todo recordó
Y quedó solucionado el problema aquí contado.
Y si quieren que les cuente lo que escuchó este duende…
Sabrán todos disculpar
¡Me lo acabo de olvidar!
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