Si bien la historia cuenta con que eran tres magos, Baltasa, Gaspar y Melchor...
No hay modo de afirmar que fueran tres, ni magos y mucho menos reyes.
Según el Evangelio de San Mateo, durante el reinado de Herodes llegaron a Jerusalén unos magos a preguntarle: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?», pero San Mateo nunca mencionó que los magos fueran tres y ni siquiera reyes, sólo que provenían de Oriente; por ello se pensó que eran originarios de la antigua Persia, donde vivió, entre los años 628 y 551 a.C., el profeta Zoroastro, quien estableció las bases de un culto que recibiría su nombre y cuyos sacerdotes fueron denominados por los antiguos griegos como magoi. La gente pensaba que los magoi podían manipular fuerzas sobrenaturales y por ello a esas habilidades se le llamó magia y, a sus practicantes, magos.
Más tarde, otros teólogos infirieron que los magos provenían del sur de la Península Arábiga, de Babilonia, Persia o incluso de la India.
En el siglo V, el teólogo Beda el Venerable estableció que «el primero de los magos fue Melchor: un anciano de larga cabellera blanca y luenga barba, quien ofreció oro, símbolo de la realeza divina. El segundo, llamado Gaspar, joven, imberbe, de tez blanca y rosada, honró a Jesús con incienso, símbolo de la divinidad. El tercero, llamado Baltasar, de tez morena, ofreció mirra, que significaba que el Hijo del hombre debía morir».
A partir de entonces a los magos se les dotó de la investidura de reyes. En el siglo xii, Baltasar fue representado en las iconografías como un rey moro.
Este cambio obedeció a la idea medieval de que la humanidad desciende de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet.
fuente: BING
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