En la sierra de Coatepec vivía una mujer que se llamaba Coat (licue), madre de
los 400 surianos y de su hija Coyo (lxauhqui), que hacía penitencia barriendo.
Un día cayó a su lado una pelotita de plumas, la mujer (Coat), la recogió y la colocó en su seno, al terminar sus labores la buscó y no la encontró.
En ese momento quedó encinta. Al darse cuenta de ello, los 400 surianos se enojaron.
Su hermana Coyo (lxauhqui) les dijo: "Hermanos, matemos a nuestra madre porque nos infamó habiéndose a hurto empreñado".
Cuando Coat (licue) se enteró que sus hijos querían matarla se asustó, pero Huitzilopochtli, que estaba en su seno, le dijo que no temiera.
Los 400 hijos se prepararon para la guerra incitados por Coyo (lxauhqui).
Huitzi (lopochtli) estaba imformado sobre los movimientos de sus enfurecidos hermanos.
Cuando supo que los 400 surianos estaban llegando a la cumbre, guiados por Coyo
(lxauhqui), Huitzi (lopochtli) nació, puso fuego a la serpiente hecha de teas llamada Xiuhcóatl e hirió con ella a Coyo (lxauhqui) y le cortó la cabeza.
El cuerpo de Coyo (lxauhqui) fue rodando hacia abajo y se hizo pedazos. Huitzi (lopochtli) persiguió y mató a los 400 surianos, "les quitó sus atavíos, se los apropió...
De el culto de Coatepec, la montaña de la serpiente, como se practicaba desde los tiempos más antiguos..."
El mito representa la transición eterna del día a la noche y viceversa: "Ese ciclo constante, en el que entran en juego los elementos: la luna: Coyo (lxauhqui), las estrellas: 400 surianos, el sol Huitzi (lopochtli) y la tierra, representada por Coat (licue), que diariamente devora al sol, lo mete en su vientre para volver a parirlo al
día siguiente".
Los solsticios representan el eterno contraste de la luz y la oscuridad, de la vida y la muerte y el eterno renacer de la creación, donde nada puede ser destruido, solo transformado en los tres estados naturales, sólido, líquido y gaseoso, es el ave fénix que siempre renace de sus cenizas.
La cultura Egipcia, así como la maya, azteca e inca, edificaron sus templos espirituales, templos de adoración al sol, situados en relación y orientación con el sol y su movimiento, en ellos encontramos exactamente definidos los equinoccios de primavera y otoño y los solsticios de verano e invierno.
Estos pueblos se encuentran en una faja del terreno perfectamente delimitada en nuestro planeta, existe una línea geomagnética en sentido perpendicular al eje de la Tierra a que se ubica entre los 15y 30 grados de latitud norte del Trópico de Cáncer.
En este cinturón geomagnético se encontraban las culturas Egipcia, Maya, Azteca, Inca y Tibetana.
Los pueblos mesoamericanos siguieron el paso del Sol marcando su aparición y desaparición con extremo cuidado. Su salida en un cierto punto del horizonte les indicaba cuando y donde sembrar sus cultivos o el momento en que el río se desbordaria de su cauce. La planificación y cosecha de las siembras, están reguladas por dichos eventos celestes. De esta manera aprendieron a predecir los fenómenos provocados por los movimientos de los astros con mucha anticipación, contando solamente con un conocimiento matemático y un minucioso sistema de registro, logrando predecir también eclipses.
Estas culturas nos hablan de una maravillosa simbiosis entre el pensamiento mágico y el conocimiento, respeto y armonía con la naturaleza de la que nosotros formamos parte.
La vidas que nos tocan vivir cada ves nos llevan a la ultima donde aprendimos de todos nuestros errores tenemos que limpiar y pulir lo que lo que nos rregalaron y no sabemos que hacer con tal prodigio cundo nos dejaron de hayudar con la civilisacio se olvidaron de los que rrealmete nos hayudaron a tener el conocimiento de hoy yo les doy las gracias por que dios tambien los puso para nuestra hayuda y enseñansa
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