La loba y el cachorro humano - Yenifer Arteaga

La loba ártica estaba caminando, sin prisa, sobre la nieve banca recién caída junto con sus tres cachorros recién nacidos al lado de ella, un poco atrás. Ella los amaba como solo una madre puede amar a sus hijos. Ellos eran juguetones y llenos de energía. Un día, la loba dejó a sus cachorros solos, jugando, para cazar una pequeña foca. La loba estaba muy concentrada estando agachada mirando fijamente a la foca como para darse cuenta de que a unos metros, un oso polar se estaba acercando a sus cachorros, que estaban demasiado ocupados jugando como para darse cuenta de que aquel animal se estaba acercando a ellos. La loba estaba corriendo hacia la foca y cuando clavó sus dientes en el cuello del animal, escucho los aullidos de sus cachorros. Cuando se dio la vuelta, vio al oso, matando a sus cachorros con sus dientes y garras. Ella soltó a la foca de sus fauces, la que se escapo por un agujero en el hielo. La loba corrió hacia el oso para socorrer a sus cachorros, pero cuando se acercó lo suficiente, ya era demasiado tarde. Un oso con una gran cicatriz que le atravesaba la cara había matado a todos sus cachorros y los estaba devorando. La madre se quedó ahí, paralizada, viendo a sus hijos ser devorados por el oso. Con tristeza y un vacío en su interior, se alejó caminando de la horrible escena, llena de nieve escarlata. La madre lobo caminó por días enteros, completamente sola con su profunda tristeza e interminable sufrimiento. Cada noche aullaba (lloraba) pidiendo que vuelvan sus hijos. Así pasó 30 días y 30 noches, llorando a sus hijos, pidiendo que vuelvan, caminando sin descansar. Llegó la luna llena y con pesar, la loba le aulló y pidió a sus hijos. A la luna le pareció que ese aullido era el mas triste y desgarrador que haya oído jamás, con solo oír el aullido, la luna sintió su dolor como propio, por lo que se le escapo una lagrima de pura tristeza, que al tocar la nieve se convirtió en un pequeño bebé humano recién nacido, que calmara su dolor. A la loba le costó al principio entender el regalo de la luna. Caminaba alrededor del esa cosa sin pelo y con una forma extraña, que emitía un ruido ensordecedor. la loba miró alrededor con la idea de alejarse de esa cosa que se ahitaba sin parar, pero al final la curiosidad le ganó y se acerco el bebé. Cuando estuvo lo suficientemente cerca para que la pudiese mirar, el niño dejó de llorar y clavó sus hermosos y grandes ojos azules como el hielo en los amarillos de la loba. Esta por su parte, sintió un calor tibio en el corazón que no sentía desde que sus cachorros estaban con ella. En ese momento, decidió que cuidaría de ese bebe, como si fuera su propio hijo. Con el tiempo fue encariñándose más con aquel cachorro humano, amamantando lo, acurrucándose sobre él, masticando le la comida antes que le entregara la carne suavizada y fácil de tragar, regulándolo del frío en cuevas. Así cuidó de él por tres años, sin rastro de aquel dolor que la atormentó. Un día, el bebé de ya tres años estaba montado en la espalda de la loba, aferrándose su pelaje, mientras que esta caminaba hacía su cueva, luego de haber cazado. A lo lejos vio un oso a un par de metros de ellos. La loba retrocedió lentamente, con la idea de escapar del osos sin que este de diera cuenta, pero ya era demasiado tarde. El oso, con una cicatriz atravesándole el rostro la vio y se acerco a ella. Con miedo a que su niño terminara como sus cachorros, la loba corrió en dirección apuesta que el del oso, cuando el bebé perdió el agarre y calló sobre la nieve. El niño lloró fuertemente, lo que causó que el oso corriera hacia él. La loba corrió hacia el oso y le mordió el cuello, con tal de proteger a su hijo. Pelearon muy duro y finalmente, el oso se dio por vencido y se alejo corriendo de la loba. El niño estaba seguro. La loba aulló, triunfante, e inmediatamente calló sobre la nieve, pintándola de escarlata desde el agujero en el vientre, causa de las garras del oso durante la pelea. Con sus pocas fuerzas, la loba se levantó, marcando su recorrido hilos de sangre que no dejaban de fluir de la herida y caminó hacia el niño. Se recostó al lado del niño que seguía llorando y lo contempló. Cuando el niño vio a la loba, dejó de llorar y miró una vez más esos ojos amarillos que él veía desde que se despertaba hasta que volvía a dormir. Los azules ojos de su niño fue lo último que vio antes de cerrar los ojos para siempre. La luna llena se alzó desde el horizonte y contempló con horror, la sangrienta escena de la loba y su niño. con la magia que le quedaba, la luna convirtió al niño en un gran lobo blanco para que pudiera sobrevivir y se llevo el alma de su madre loba para convertirla en una estrella, la estrella del norte, para guiar a todos sus lobos a casa, dondequiera que estén y cuidar de su hijo para siempre desde el cielo.